Uber ha recibido un duro golpe en Reino Unido. La compañía ha perdido la batalla que inició en 2016 después de que el Tribunal Supremo del país haya desestimado "por unanimidad" la apelación de la compañía y haya dictaminado que esta deberá clasificar a sus conductores como empleados y no como trabajadores autónomos, lo que garantizará a estos el derecho a cobrar al menos el salario mínimo nacional, así como a vacaciones anuales pagadas y a beneficiarse de otras prestaciones.